viernes, 9 de septiembre de 2011

VIERNES, ANOCHECIENDO **

Un vecino está preparando bocatas de chorizo frito, aunque no son ni las ocho de la tarde... Quién sabe, igual tiene pensado irse al cine de verano con la mujer y los hijos, los envolverá con cariño en papel de aluminio (los bocadillos, no los parientes...), y en el último momento, añadirá tres o cuatro latas de refresco, y otras de cerveza... Y entonces, en la oscuridad del atardecer, la emoción, de la cola, la espera, incluso las bolsas de pipas, todo listo para disfrutar, una vez más, cualquier "gran estreno"... de las navidades pasadas...

Desde el patio de luces, al que dan la mitad de las ventanas de la casa, se cuela el pestazo del pescado blanco demasiado hecho... Lo siento, me da asco el pescado blanco, mucho más rebozado... pero otra de mis vecinas es fanática, y todas las noches, cena lo mismo... y me produce náuseas... No necesito mirar el reloj de la pantalla del ordenador: son las ocho y cuarto...

Miro por la ventana del despacho: el olmo y el castaño marcan con sus troncos la hora sobre las pequeñas praderas de césped... No es que sea un reloj muy fiable, pero es hermoso perderse en la sinfonía de verdes, amarillos, blancos (del envés de las hojas, y de algunos troncos), marrones, ocres, algún tono rojizo... Las sombras no tardarán mucho en aparecer, pero de momento, todo va bien...

Un pequeño grupo de niñas, con su equipo de piscina, toallas y ropa mojada, que en casi todas las comunidades menos en la nuestra hay piscina comunitaria (tenemos dos parkings...) han pasado hace unos minutos por delante de mi ventana, han extendido sus toallas en la pradera, y se han sentado... Sus caras brillan al sol, se pasan un par de botellas de agua, una de ellas se levanta para hablar por el móvil... Escucho sus risas cristalinas en ráfagas intermitentes, y pienso que todavía queda esperanza...

Por supuesto, dentro de un par de horas, quizás menos, empezarán a colarse en el jardín comunitario los grupos de niñatos, con sus bolsas del "súper" o del chino, llenas de litronas, vasos de plástico, mil porquerías, como la sangría de garrafón, o las dudosas botellas de licor... Se supone que es una propiedad privada, su mantenimiento y limpieza nos cuesta un dineral cada mes... pero basta con que uno solo de los chavales que viven en el edificio invite a sus colegas, para que puedan montar la fiesta... eso cuando no venden copias de la llave... Y después, si comentas en cualquier junta de vecinos la necesidad de terminar el cierre perimetral, de cambiar las cerraduras por otras que no se puedan copiar, eres poco menos que un "fascista asqueroso"... Cómo se nota que ellos no viven en el bajo... con vistas al jardín...

Mi/nuestro gato ronca, feliz, en la silla de invitados, aunque me parece que añora el caos que antes reinaba en el despacho... y que no tardará mucho en regresar, me temo... No sé, me preocupa, tiene doce años, está un pelín gordo... vale, está bastante gordo... y le cuesta trepar hasta su observatorio en la cúspide del sofá... pero resulta tan humillante (para él) que le empujemos el culo, que muchas veces prefiere quedarse en la "zona humana"... es decir, sobre los cojines, compartiendo espacio vital con mi mujer... y con las visitas...

Y yo... sobreviviendo... en el fondo, es de lo que se trata, de encontrarle una pequeña ilusión a cada día, algo que te apetezca recordar con el siguiente amanecer, no sé, hoy, algo tan sencillo como la risa de esas niñas, o el cortejo de las urracas y los mirlos sobre la pradera, a la hora de la siesta... o tal vez, la extraña sensación de escuchar un cantante francés, "Grand corps malade (GCM)" mientras estoy escribiendo en español...

Tal vez, por mis incombustibles ansias de mar (y no solamente por Yolanda, hoy he visto una foto nueva...), el rumor de los autobuses al subir por mi calle, con el motor al ralentí, lo convierto en la eterna canción sobre la grava de aquella cala en Asturias, con la que sueño tan a menudo, sobre todo en las noches de tormenta (vivimos unas cuantas)... O el suave "ris, ris" del agua, sobre aquella playa de arena blanca en el Sur, hace ya tantos años... Incluso la extraña sensación de la arena negra en algunas zonas de Lanzarote y de Fuerteventura... Y remontándonos mucho más en el tiempo, aquél verano en Galicia (nuestra base era el pueblo de Cambados), haciendo miles de kilómetros en coche para ver un poco del arte románico, los pueblos; y bañándonos en las pozas de agua que el mar dejaba tras de sí, al atardecer....

Pero volviendo al comienzo... quizás sea el olor a bocadillo de chorizo el que mejores recuerdos me trae, pues eran otros tiempos, largos meses de agosto (al principio, el mes entero... luego, solo la quincena...) en el pueblo de Cullera... Casi todas las noches, íbamos al cine, cenando bocatas, comiendo pipas, y viendo algunas películas inverosímiles, como "Kárate a muerte en Bankok" (de Bruce Lee) en los años ochenta, unas cuantas de James Bond... Mi abuelo se solía quedar en el apartamento, escuchando la radio y mirando al mar, o quizás leyendo... Y mi padre, mi madre, mi hermana y yo realizábamos la peregrinación, a veces, atravesando al trote medio pueblo, para ver dos pelis... en dos cines distintos... Luego, cambiaron los dueños, una empresa compró los tres cines... Hace más de veinte años que no voy... quizás porque prefiero mantener aquellos recuerdos de veranos pretéritos... cuando las cosas parecían más sencillas...

Ahora, quizás lo único a lo que aspiro es a desconectar... seguir escribiendo la novela... leyendo... durmiendo... pero solo por unos días...