domingo, 18 de septiembre de 2011

MIS HORAS COMO HUMANO...

¡Menos mal que era sábado por la tarde! Que si llega a ser lunes por la mañana, me puedo morir del aburrimiento...

Pero mejor, empiezo por el principio...


Este soy yo...

Mi nombre es Chiqui Codina Hidalgo, y soy el orgulloso amo y señor de un matrimonio de humanos, Fátima y Fernando, a quienes, además de permitirles vivir en mi casa y gozar de todas mis atenciones y desprecios, les dejo pagar todas las facturas... y así no me tengo que preocupar por el vil metal... Como buen morrongo consentido, no tengo obligaciones concretas, y ocupo el lugar más elevado en la pirámide evolutiva, tanto de la casa como en el patio de luces...

Como deporte de riesgo, me encanta acechar caracoles entre las macetas de la portera (Milagros, un cariñoso maullido), y de vez en cuando, incluso me molesto en soltarle un zarpazo a las plantas, para que se caigan al suelo... Durante un tiempo, compartí la supremacía con un geco de unos tres centímetros... pero lo eliminé de un mordisco... y luego le puse mi trofeo a los pies a mi mascota masculina... sigo sin entender que se cabrease de semejante manera...

Mis ocupaciones son múltiples y variadas... A las seis y veintitrés minutos de la madrugada, mi despertador interno me avisa de que es la hora precisa para hacer mis cositas en el arenero que está, solo por la noche, en el hall... Sé que a mi humano masculino le pone de los nervios que lo haga, sobre todo porque es muy escrupuloso... Quizás por eso yo pongo un especial interés en no tapar las caquitas, y luego, encima, busco su aprobación, frotándome en sus piernas, y con algún amistoso maullido... Hasta las once de la mañana, no suelo tener gran cosa por hacer, como no sea dormir, dormir, comer, dormir, beber, lamerme entero, mirar por la ventana... En cuanto escucho los ruidos que acompañan al despertar de mi mascota humana femenina, redoblo mis maullidos, hasta que abre la puerta del pasillo y me deja entrar... Me quedo con ella mientras se prepara para la jornada... aunque ya no la acompaño al baño para hacer sus cositas (por cierto, es una pena que no me de la gana hacerlo en la taza del retrete...), o mientras se da una ducha... y me quedo en la habitación, tumbado sobre la cama, mientras se da un par de cremas, se termina de vestir, y luego se va a la cocina para desayunar algo...

Mi mascota femenina es muy perezosa, al menos, eso es lo que me cuenta muchas tardes mi mascota masculina, pero yo la quiero mucho... Será por cuestión de hormonas, o porque desde que me rescataron de la calle en Villaviciosa de Odón, siempre he estado con ella, pero me vuelve loco su pelo... Me encanta restregar mi cabeza contra la suya, impregnarme de su olor, dejar que me cubran sus cabellos... Es un poco mi madre... pero de la real no me acuerdo mucho...

Entre las dos y las tres de la tarde, aprovecho para llevar a cabo todas las trastadas que puedo, sin que haya testigos: me lanzo en picado sobre la ropa recién planchada, me acurruco sobre ella, y me restriego a conciencia (¿cómo voy a permitir que no huela a mí?)... También juego como un loco en el pasillo con la pelotita llena de hierba gatera, a la que no hago ni puto caso cuando me la lanzan mis humanos... aunque me estoy muriendo de ganas de jugar con ella... me dedico a rastrear por todo el dormitorio, abriendo incluso el cajón superior de la mesilla de noche, hasta que encuentro las pinzas de depilar de Fátima, y boxeo con ellas... hasta que terminan haciendo compañía a las suplentes, debajo de la cama... Me subo a lo alto del aparador con un par de brincos super ágiles, y me paseo por el filo, entre los platos de porcelana y las quimeras chinas... y para bajar, me lanzo bien sobre el sofá, bien contra la cortina... También me encanta esconderme en el armario ropero, sobre una pila de jerseys, aunque para lograrlo tenga que abrir la puerta...

Eso sí, a las tres en punto de la tarde, en cuanto reconozco el motor del coche de Fernando, recupero la compostura, y me siento cómodamente en el hall, esperando que llegue a casa... Es cierto, me gusta estar solo, porque tengo más libertad... Pero, por otra parte... me gusta que me mimen... Siempre que entra en casa, abriendo la puerta despacito por si me ocurre esperarle detrás de ella (que ya me he llevado más de un tarascazo en las narices...), me busca, o me llama... Sé que le gusta mucho que le haga aunque sea un poco de caso... Estos humanos, son tan fáciles de manipular como un cachorro de hámster... y quizás con la misma inteligencia... Y por eso, me froto contra sus piernas, le permito que me coja en brazos, y durante unos minutos, ronroneo, satisfecho... Por cierto, he llegado a la conclusión de que el ronroneo es un arma psicológica, puesto que al emitir esas frecuencias de onda tan bajas, estimulamos en la memoria de los humanos el gen de la bondad...

Soy un gato exigente, y me gusta que las cosas se hagan a mi manera... Por eso, después de los minutos de ronroneos, mimos y cosquillas, que también me encantan a mí, le indico claramente con mis maullidos lo que tiene que hacer: repasar los niveles de comida de mi comedero, abrirme la puerta del patio para que pueda beber agua reposada y sin cloro, y por supuesto, comer de una puñetera vez, para que pasemos luego a la siguiente parte de la tarde: la siesta... Por cierto, eso de que los gatos no tenemos sentido del tiempo es una patraña, inventada por los amantes de los perros: somos perfectamente capaces de leer la hora en un reloj normalito (de manecillas)... otra cosa es que no hagamos ni puto caso... Yo tengo establecido que Fernando dispone de media hora para comer y ver la tele, pero a las cuatro menos cuarto le quiero en la cama...

Sí, es cierto, uno de los mejores ratos de todo el día es cuando dormimos la siesta... No me importa tener gente en casa, me parece muy divertido poder escoger con quién duermo, si están mis abuelos maternos... y me encanta saltar de una cama a la otra, no tanto por buscar un sitio más cómodo, como porque me lo paso muy bien con los sustos que le meto al abuelo... Cuando están todos, me cuesta elegir, así que empiezo la ronda por un dormitorio, luego me voy al otro, y a veces me largo a mi cuna para dormir tranquilo... Soy un poco cabrón, es cierto, porque hace tiempo me acostumbré a dormir en el hueco formado por su brazo izquierdo y su hombro... Le amaso bien amasado, más por cabezonería que por necesidad, y luego, me tiendo a su lado.... Se está muy bien, notando los latidos de su corazón, el calor de su cuerpo... Sé que él está incómodo, porque le hago dormir boca arriba... pero cuando se cansa y se gira hacia la derecha, se lo permito, y me vuelvo a dormir pegado a su espalda...

Por la tarde, mi principal ocupación es mantener el calor sobre la cama de matrimonio, comer algo, beber un poco, y acompañarle mientras escribe en su despacho... Quizás sea el sonido de las letras lo que me adormece, o las luces en la pantalla, o la música que pone de vez en cuando, pero me siento bien... Cuando deja de escribir, abro un ojo, maúllo, me desperezo... y me vuelvo a dormir... Creo que de alguna manera, tendría que pagarme derechos de autor, por las veces que aparezco en sus historias...

Como todo gato doméstico castrado, me gusta mucho comer, me vuelven loco las gambas, el pienso seco, el jamón york y el helado de chocolate... además del hígado crudo y los boquerones... Casi siempre me salgo con la mía, si me apetece probar algo especial... Eso sucede por la noche, cuando mi mascota prepara la cena... Eso sí, nada de tirarme las cosas al suelo: yo lo quiero todo bien partidito, en mi plato de muestras (de un juego de café), y que me dejen tranquilo mientras como...

Por la noche, hay más rituales, cuando mi mascota femenina vuelve del trabajo, me gusta que Fernando me coja en brazos, y llevarme todos los mimos en cuanto se abre la puerta... Normalmente, si lo que cenan no me interesa, paso un ratito en la cuna, acicalándome o pensando en mis cosas... Pero en cuanto escucho que se mueve el taburete, salgo disparado (es un decir) porque toca uno de los mejores momentos del día: ver la tele sobre las piernas de mis humanos... Me gusta... Sentir el calorcito... sobre todo en invierno... que me hagan mimos... y más mimos... últimamente a Fernando le ha dado por practicar conmigo algunas técnicas de reiki... y me encanta... Luego, hago la ronda, y me voy a las piernas del otro... Si estamos solos los tres en casa, me cambio unas tres o cuatro veces... si están los abuelos maternos... paso por todos ellos un par de veces... Por cierto, me gustan las pelis de guerra, las series policiacas, y las pelis de miedo... quizás por los sonidos... o los colores... y no soporto ver programas de cotilleo o religiosos...

Si cualquiera de mis dos amitos consentidos se va a su despacho después de cenar, me encanta hacerles compañía... y de vez en cuando, tomarles el pelo... Cuando sé que se van a acostar, me hago el dormido, y me dejo caer en peso muerto entre sus brazos, para que me lleven a la cuna... Es la hora de acostarme... Me dejan en el comedor, con comida, agua, juguetes, las plantas... y con toda la cocina y el hall como territorio anexo... No se vive del todo mal, como gato doméstico consentido...

Pero claro, todo esto, ha sido hasta las 17:30 del sábado 8 de enero de 2011... Porque, al sonar el despertador y estirar la pata para desperezarme... he comprobado que algo había pasado durante la siesta... Para empezar, me siento gordo, algo más viejo, y sobre todo, veo mal... ¿Desde cuando un gato doméstico consentido como yo ve mal? Tanteando un poco, encuentro el estuche de las gafas, y me las pongo... En ese momento, comprendo lo que ha pasado... ¡Me he vuelto humano! O, mejor dicho, me he alojado dentro del cuerpo de mi humano... y supongo que él, al menos su alma o su personalidad, estará dentro del mío en ese momento...

Es raro, muy raro, estar dentro del cuerpo y de la mente de un humano... Me siento mareado, será eso a lo que llaman "jaqueca", y me quedo unos minutos tumbado en la cama, contando los puntos del gotelé y mirando el poster de la isla de Bora Bora... Sábado por la tarde, y nada que hacer... al menos, nada que sea urgente... Me levanto, despacio, para no despertar a mi otra mitad, que sigue roncando como una fiera en el centro del colchón, y voy al baño... Desde luego, es más cómodo usar el retrete que ir al arenero... igual tendría que plantearme intentarlo... Y luego, meriendo... ¿Magdalenas con horchata? ¡Oye, pues están cojonudas!

Su cuerpo sigue funcionando sin problemas... aunque yo estoy al mando... más o menos como en "Ratatouille", pero sin tirones de pelo... Hoy toca ordenar un poco el despacho... Recolocar libros es divertido, pero no tanto como lamerte las pelotas.... Aunque mejor no lo itento en las presentes circunstancias...

Mi otra mitad, por fin, se ha despertado... Durante unos minutos, se queda mirándome desde el suelo, como si no pudiera creerse lo que le ha pasado, él, todo un humano, encerrado dentro de un cuerpo de gato, y con todas sus obligaciones, manías... Le cojo suavemente, y le subo a la silla, mientras le acaricio... Tiene que perfeccionar el ronroneo... Al poco rato, se queda otra vez dormido, y se pone a roncar... mientras yo escribo... La tarde pasa lentamente... Mi otro yo va y viene, y yo me paseo por la casa, buscándole... Veo que ya domina perfectamente el arte del ronroneo, y los lametones tienen mucha fuerza... Seguro que prefiere una ducha, pero como no tiene más remedio...

Voy a buscar a Fátima en coche... me gusta conducir, y se me da bien, sobre todo con los reflejos felinos echando una mano en la autopista... Luego, mientras la espero en la puerta de la clínica, busco algo en la radio que me guste... Y caigo en esa pieza... Mi memoria de humano la identifica como la "Barcarola" de "Los cuentos de Hoffman", y me da por llorar... Es curioso, es la primera vez que lloro... pero es algo extraño, me siento más libre... Ella abre por fin la puerta del acompañante, se inclina sobre mí, y me da un beso en los labios... ¿Eso es lo que sienten los humanos cuando besan? Ahora entiendo que les guste tanto... Me pongo a ronronear de puro placer... y ella se ríe... "¿Desde cuando ronroneas como Chiqui?", me dice...

Volvemos a casa sin problemas... Aparco bien... Y termino la receta de pasta con langostinos y tomate natural... Cenamos bien... Y nos sentamos juntos en el sofá, para terminar de ver una peli... No sé, quizás es uno de esos días en los que se van juntos al dormitorio, no sin antes comprobar que tenga comida y agua... Pero todo me parece indicar que así es...

Dame una "S"... Dame una "E"... Dame una "X".... No, por supuesto no voy a escribir nada sobre lo que ha pasado en el dormitorio, sobre todo porque no me apetece que ninguno de los dos se mosquee conmigo luego... Porque sé que todo esto tiene que cambiar... Que no me puedo quedar como humano más tiempo, y que del mismo modo en que hemos intercambiado los cuerpos mientras los dos estábamos durmiendo, es muy posible que en cuanto yo cierre los ojos, se produzca de nuevo el cambio...

Por eso, quiero dejar constancia por escrito de que yo, Chiqui Codina Hidalgo, he vivido una tarde entera como ser humano... Y me ha gustado la experiencia... Y para que la otra parte implicada tenga constancia de ello, le dejo esta entrada en su blog... Para que sepa, al menos, que no fue un sueño...

Y por cierto... No me gusta nada la nueva comida para gatos que me has puesto... Me da muchos gases...