domingo, 11 de septiembre de 2011

CARTELERA DE VERANO: CUATRO CONTRA EL MUNDO

Por nuestro enviado especial Luis Rodríeguez M.
La crítica es unánime: "Una de las mejores películas del circuito alternativo servo-croata" (New-York Daiy Magazine". "Una de las más esperadas secuelas del cine documental de los últimos años." (Boston Examiner). "Colosal, magnífica, impactante... IM-PRES-CIN-DI-BLE" (Aquél País). "La historia más sorprendente desde Pequeña Miss Sunshine" (ABC). "Un gran éxito de taquilla... en el que nadie creía..." (Telva).
Resultaría muy sencillo rellenar esta crónica sin hacer más que utilizar el book ofrecido por la productora en la plétora de festivales nacionales e internacionales en los que, no solamente ha participado, sino que ha obtenido algunos de los más preciados galardones... Desde la Concha de Oro al Oso de la Berlinale, los premios de la Crítica y del Jurado de los Festivales de Sitches, Valladolid, el efecto bola de nieve no para de crecer: incluso ciertas producciones, como "Slumdog Millionaire II: la verdadera historia", o la esperadísima "Rambo VI" (que se centra en el entrenamiento y las primeras misiones de John Rambo) han optado por retirar su candidatura, para no tener que competir con esta, como poco, incalificable película... Y digo bien, incalificable, porque de momento, nadie ha sido capaz de contar exactamente lo que pasa... Cuando en apariencia, la historia no puede ser más sencilla (ni recordar más a "Full Monty"): cinco hombres de distinta procedencia, a saber, dos camioneros, un ingeniero industrial, un vigilante de seguridad y un sacerdote protestante, coinciden la noche del 29 de febrero de 2010 en la tienda 24 horas de una gasolinera, cercana a Krusevac (Serbia). El frío es tan intenso, y por supuesto en la gasolinera no hay calefacción que, en medio de la nevada que de todas formas les habría obligado a parar, deciden quedarse a pasar la noche, junto a las estanterías de bebidas alcohólicas...
Al principio, algo cohibidos por las evidentes diferencias de origen, formación y expectativas vitales, tan solo los camioneros (Mathaius y Kolevich) se ponen a hablar de sus cosas: mujeres de grandes tetas, motores potentes, largos viajes al extremo de la noche... pero con las dos primeras botellas de vodka terminadas (que no pagan, pues tampoco hay un empleado que se haga cargo), se va animando el sacerdote protestante (Illushenko), que anteriormente había sido taxista en Valjevo durante la Guerra, e intercambian pequeños trucos para vencer al cansancio y el aburrimiento en los desplazamientos. Krusovac, el ingeniero industrial, se anima finalmente a incorporarse a la conversación, puesto que precisamente en dicha ciudad (Valjevo) había conocido, casi cuarenta años antes, a una bailarina de ballet clásico (Marina Palavlova, de la escuela del Bolshoi), que le ayudó, no solamente a descubrir que no vale la pena tragarse las lágrimas si tienes que llorar; que cualquiera puede bailar si se lo propone... y es capaz de perder el miedo al ridículo. En esta escena es evidente el homenaje a "Billy Elliot", sobre todo por la reacción inicial de los demás personajes, que empiezan a bombardear al ingeniero con todo tipo de artículos de higiene femenina... Esto da lugar a un épicamente divertido momento, en el que usan los aplicadores de los tampones para interpretar "Cuando el Cóndor pasa" (uno de los dos temas musicales recurrentes... el segundo es "El Cascanueces"), sin olvidarnos del dramático descubrimiento que hace Illushenko: la cera tibia en el pecho te deja pelado...
Precisamente cuando piensas que no pueden pasar más cosas en la película, y tras casi veinte minutos de batalla íntima, con abundantes planos en "slow motion", increíbles picados desde las estanterías y "flashbacks" para desvelar algunos de los recuerdos más secretos de los protagonistas, aparece el factor detonante, que les cambiaría la vida, o al menos la noche: aparece Munsterik, el vigilante de seguridad, que ha recibido el aviso mientras descansaba en su casa de Nis, y ha conseguido llegar a pesar de la tormenta de nieve gracias a los neumáticos especiales de su moto... Los cuatro amigos interrumpen bruscamente la batalla y deciden esconderse en los servicios, esperando que el recién llegado no se percate de su presencia... Es otro de los momentos cumbre de la cinta, pues con su monumental cogorza, les cuesta incluso encontrarse el pene, y tienen que ayudarse los unos a los otros para apuntar (más o menos) a los urinarios... Por ello, es justamente en aquella equívoca posición que les encuentra el vigilante... y de ser un momento embarazoso se convierte en uno cómico, cuando les dice "Os parecéis a las bailarinas del Bolshoi, todos de puntillas y cogiendo algo con la mano"...
En ese momento, los cuatro se miran, como diciendo.. "¿Y por qué no? Si de todas formas estamos borrachos como cubas, podemos hacer lo que nos de la gana, que mañana no nos acordaremos de nada..." Por ello, comienzan a quitarse la ropa los unos a los otros, la van depositando en las tapas de los retretes y, a base de paciencia y papel de secarse las manos, improvisan unas especies de tutús, manguitos, diademas que sujetan con imperdibles a su ropa interior, mientras que Munsterik, que no tiene oído musical, y que por supuesto no está borracho como los demás, logra sintonizar con la vieja radio y el sistema de altavoces una emisora de música clásica, mientras los cuatro "bailarines" hacen los primeros intentos... Por casualidad, suena "El Cascanueces", de Tchaikovski, y una especie de corriente eléctrica les recorre el cuerpo, sus movimientos se fusionan misteriosamente en una tremenda armonía, y allí mismo, con el telón de fondo del escaparate completamente anegado por la nieve, y con el telón de fondo de la tienda completamente llena de tampones, compresas y bragapañales, improvisan una espectacular coreografía... Entre risas, al haber localizado también un CD, y bajo la atenta dirección de Munsterik, repiten este baile durante casi toda la noche... Y, a las seis y media de la mañana, agotados, optan por cambiarse, compartir entre los cinco una enorme cafetera con un copazo de coñac, y retomar cada uno su camino...
Y aquí habría terminado la película... de no ser por Vladimir, el dueño de la gasolinera quien, al encontrar su establecimiento bastante saqueado, opta por revisar las grabaciones de seguridad... Para tratar de identificar a los perpetradores... La primera vez que observa a los cuatro fornidos y beodos personajes con sus tutús de papel higiénico, lo que más le sorprende es justamente el contraste entre la música (ha encontrado el CD puesto) y las imágenes... pero según pasan los minutos, la coreografía se perfecciona, y al final, Vladimir, que es un gran amante del Ballet Clásico, decide pedirle a su sobrino Thomkas que le vuelque la memoria de las cámaras en un DVD... para así poder mandarlo a la versión serbia de "You Got Talent!", y de esa manera, al menos poder vengarse de quienes le destrozaron la tienda... Lo que no podía imaginar, ni él ni nadie, por supuesto, es que la grabación causaría un profundo impacto entre los miembros del jurado (sobre todo a Maya Goelnisheva), hasta tal punto que se ponen en contacto con Vladimir, pues están convencidos de que su peculiar cuarteto (del que se presenta como manager) tienen muchas posibilidades de ganar la decimonona edición del prestigioso concurso...
Comienza por lo tanto lo que, a primera vista, sería una búsqueda imposible: localizar en menos de dos semanas a cuatro personas, cuatro perfectos desconocidos, que han coincidido en una gasolinera perdida en medio de ninguna parte... Por suerte, Ilushenko, corroído en parte por su conciencia culpable, se presenta en la gasolinera dos días más tarde, dispuesto a pagar por los destrozos y el alcohol consumido; Vladimir no puede creer en su buena estrella al reconocerle, y le pregunta si le importaría presentarse al concurso a modo de indemnización, y si sabe algo de los demás componentes del grupo... Afortunadamente, recuerda que Krusovak trabaja en la culminación de la estación ferroviaria de Zaberrxe, por lo que ambos se van a buscarle... Al principio, le parece extraño, pero él también considera que se lo deben a Vladimir... y comienza una búsqueda contra reloj, difundiendo a través de la red las fotos de los camioneros...
Faltan cuatro días para el gran día, y no han conseguido localizar a Mathaius (luego se sabría que estaba en Moscú, llevando un cargamento de berzas transgénicas), pero aparece, o mejor dicho, regresa alguien que conoce como nadie la coreografía del número: Munsterik... Y se ofrece como voluntario para completar el cuarteto... Es cierto, no es la formación original, pero no importa: a través de los distintos ensayos, se van complementando a la perfección... refinando el número... pero no aquello que los hace a la vez peculiares y únicos: el vestuario... Sin embargo, cuando se acercan a la Gran Final, les obligan a ponerse una vestimenta más tradicional... Vemos sus inseguridades, sus dudas, incluso sus pequeñas lágrimas, pues los tutús y elementos tradicionales les resultan muy incómodas... No hay más remedio que hacerle frente al temor y, con el apoyo de Mathaius, que por aquél entonces ya ha regresado de Moscú, se preparan para hacer frente a su mayor reto: la subida del telón en la Gran Final...
Y en este punto termina la película, con el socorrido fundido en brillante, que no todo va a ser negro en esta vida... Repasemos un poco los elementos: el decorado no puede ser más sencillo, una gasolinera (que existe realmente en las afueras del pueblo), los estudios de un programa de televisión filmado en la RTS, las bambalinas de un escenario (el Teatro de la Opera de Madlenijanum, en Belgrado), y unos pocos planos genéricos de oficinas y exteriores nevados. Los actores son todos ellos de la Escuela de Arte Dramático de Belgrado, quitando a Munsterik, interpretado por Nabof Urilevich (quien hace años compartió cartel con Van Damme) y Mathaius (Potrus Nesov).
Los planos y movimientos de cámara son completamente tradicionales, y no aportan nada a la historia del cine: travellings, fundidos en negro, sfumatos, y la mayor parte de ellos han sido rodados con cámara digital al hombro y sin trípode, lo que se nota en todo momento... y en ocasiones dificultaría mucho comprender el argumento... Que por otra parte es más sencillo que el mecanismo de un chupete... La banda sonora es casi inexistente: ni se han utilizado grandes melodías, ni se han compuesto nuevas, es más bien el silencio, roto solamente por las distintas versiones del fragmento del Cascanueces... Lo único original en ese campo es el uso de los protectores de tampax para fabricar una flauta al estilo incaico... No hay efectos especiales. El director, Stefen Rodriguez, es un completo desconocido, que sin embargo acaba de rodar su primera película ¡a los 87 años!...
Entonces... si tenemos en cuenta todo lo anterior... ¿Cómo se explica el tremendo, imparable y, por otra parte, creo que justificado éxito de la película? Posiblemente, por todo aquello que no tiene: presupuesto, actores, director, medios... Y por todo lo que le sobra: sentido del humor, algo de esperanza, romper tabúes, originalidad, frescura... Señores espectadores: si tienen ocasión, vayan a verla... "Cuatro contra el mundo"... y luego hablamos del gobierno...
Un cordial maullido.