viernes, 30 de marzo de 2012

LA LLAMADA DE LA ISLA.


Noche confusa de invierno y de ruido, de coches, de gente, de compras y de regalos, busco refugio en mi cuarto, hastiado de todos aquellos olores que resuenan en las paredes de mi silenciosa estancia, asfixiado por las imágenes que percibo a través de las paredes, de las ventanas, delgadas promesas de incumplida intimidad...

Por eso, decido evadirme, a cualquier otro lugar, lejos de estas fiestas, de estas bacanales paganas, de todo este ambiente que me agobia y me asquea... De toda esta puta sociedad, que celebra la gran fiesta del consumo... comparable solamente a la gran orgía de las rebajas de Enero... y de las de febrero, con el dichoso San Calentín...


Decido escuchar la llamada de la isla, de mi isla, escaparme rumbo al Caribe... aquél rincón lejos del tiempo y del espacio, mezcla turgente de blancos, de azules, de verdes, de ocres, de negros, de rojos, de nubes y palmeras, de sonoro nombre preñado de promesas: Bora Bora...


Me siento en el suelo, adoptando la posición del loto, o algo parecido, con la espalda levemente apoyada contra la pared, un bastoncillo de incienso en el pebetero, el sonido de las olas, del viento, de las palmeras, saliendo de los altavoces, el vapor del humidificador cargado de sal gorda en la cara, crean una atmósfera propicia al viaje... Me relajo lentamente, miro el mar, aquél poster que tanta compañía nos hizo a los dos en el vestuario, para romper la ubicua extensión beige industrial... Me atrapa ese azul intenso virando casi al turquesa... los reflejos del sol en las olas... el olor de la sal...


Hasta que de repente, me caigo dentro....


Con un leve movimiento, miro el sol, tan arriba, más allá de las olas, que parece inalcanzable... Un banco de peces payaso se acerca, y sus colores me envuelven... Me siento libre en el agua, pero tengo que respirar...Mil burbujas me acompañan a la superficie, como diamantes del mar, y mis pulmones se llenan, por fin, de aire salado... Me pongo a nadar perezosamente hacia la orilla... Tiendo mis manos hacia el sol, mis brazos son fuertes, esculpidos, mi piel morena, bronceada, tan distintas de mi espectral tonalidad invernal...


Por muchos viajes que realizo a Bora Bora, la isla cuya imagen compartimos los dos, día tras día, durante tantos meses, hace tanto tiempo, siempre me sorprende que todo sea tan real... Normalmente, llego en mitad de la pequeña bahía, y nado tranquilamente hasta alcanzar la arena blanca, me tumbo unos minutos al sol, sobre una toalla azul... Los rayos del sol, cálidos, me van secando lentamente.. Perezoso, me estiro, acomodando mi espalda sobre la blanquísima arena, y, como siempre, me adormezco... Es el final del sueño... En este punto, siempre me despierto, regresando a mi habitación, a la ciudad, al ruido, al caos del tráfico, mientras en mi nariz permanece el olor a mar...


Pero esta vez, no...


Esta vez, intuyo que no estoy solo, en mi parcela de playa, y quizás fue todo un sueño dentro de otro sueño, pues en la figura femenina que se acerca, caminando lentamente por la playa, me parece reconocerla a ella... Tampoco me habría extrañado, de todas formas, se trata de un sueño... Pero no... Es una hermosa desconocida quien se acerca, lentamente... Algo en sus cabellos, largos, casi hasta la cintura, albinos casi de puro rubios, me recuerda un antiguo amor... Es alta, casi tanto como yo (y con este cuerpo, mido casi dos metros diez), pero ni le sobra ni le falta nada... Su piel, bronceada, tiene la tonalidad del café con mucha leche, y por ello resaltan más su bikini granate, y su pareo... Es coqueta, y lleva un gran sombrero de paja, y un pequeño bolso... Es, en cierto modo, la encarnación de mi mujer ideal, a base de todas aquellas que me han atraído en los últimos años: esto se confirma plenamente cuando me sonríe, haciendo gala de unos bellísimos dientes blancos, y al quitarse las gafas de sol, aparecen unos increíbles ojos de color verde botella...
Se acerca donde yo estoy, me sonríe, y me tiende la mano... Luego, aproximándose un poquito más, me dice, con esa voz que sabe a mango y a guayaba: "¿Te apetece dar un paseo por la playa?"... Qué más se puede pedir: una isla paradisiaca, una playa desierta, y una hermosísima mujer...


Caminamos un rato por la orilla, el agua cálida lame nuestros pies... En un momento dado, dejamos todas las cosas en la arena, y nos dirigimos al agua... Está perfecta, y ella "es" perfecta... Sus turgentes y sedosos labios llenan todo mi universo, cuando en el agua poco profunda, enlazo su cintura, y la beso...


¿Se puede hacer el amor durante un viaje astral?


Me temo que nunca lo sabré, al menos, no esta vez... Ella estaba dispuesta a experimentar algo nuevo, diferente... Y yo también, claro, y estábamos mirando la toalla azul, enorme, sobre la arena... ¡Habría sido tan fácil llevarla de regreso a la playa, despojarnos de toda la ropa, y amarnos a la sombra de la palmera!


Pero la culpa fue suya, mejor dicho, de su beso... Pues evocó en mi recuerdo ciertos alimentos, como la guayaba, el mango... Me entró un hambre atroz... Y recordé que tenía ensalada de frutas tropicales y pizza en la nevera...


Salí a toda prisa del sueño, sin mirar atrás, tan hambriento que me habría comido cualquier cosa... Y me desperté, de nuevo, en mi pequeña habitación alquilada, con el bastoncillo de incienso consumido, el cd sonando en el vacío... y todos los ruidos de la odiosa navidad en el ambiente...


De este viaje, que espero repetir un día de estos (pero habiendo cenado antes), me han quedado buenos recuerdos... y dos dudas: la primera, cómo es ella verdaderamente, pues si yo, bajito, gordito (algo así como Santiago Segura, pero en feo) me convierto en un Adonis de dos metros y pico y cuerpo esculpido con un cincel... me temo mucho que ella, si existe, habrá hecho justamente lo mismo... La segunda duda: si hubiéramos hecho el amor en el sueño, sin ninguna protección... ¿nueve meses, se habría pasado por mi playa, para reclamarme una pensión?

1 comentario:

  1. Te habías pasado de vez en cuando por mi blog, pero al ir a ver el tuyo, ya que me sigues, no lo encontraba.... Por fin, al darle un comentario antiguo, he encontrado tu millón y medio de blogs! Le he dado al primero y me he encontrado con esto. Juro que vuelvo. El texto me ha encantado, en serio, muchísimo. Y me he reído mucho con el final.
    Gracias por hacerme pasar un buen rato, lo necesitaba.

    Saludos desde el abismo :)

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