viernes, 30 de marzo de 2012

RECORDANDO A "GWENDOLYNE"...


Algunos sábados, como hoy, me pregunto qué es peor, ¿levantarte con resaca o con jaqueca? Por lo que recuerdo de algunas históricas noches de farra por Malasaña, se supone que para tener resaca, al menos tienes que haberte ido "de caza" (más bien a hacer el moñas que cualquier otra cosa), y haberte tomado algo en cuatro o cinco garitos... Intentando burlar el garrafón lo mejor posible... Y normalmente, tu límite de ingesta de alcohol venía limitado por tu capacidad adquisitiva, pues en el instituto y en la facultad, seguías dependiendo del presupuesto familiar... No era extraño, tampoco, el regresar caminando por la Castellana, casi de amanecida, con algún que otro topetazo contra los árboles y los buzones que se empeñaban en colocarse en tu camino...


Eran otros tiempos, por supuesto, el "botellón" no surgiría hasta mucho tiempo más tarde, y los chinos que repartían comida caliente al amanecer todavía estaban diseñando el negocio en Cantón... Eran los principios de los 90, y lo más que innovaban ciertos garitos de Moncloa era con los dichosos "litros", de cualquier cosa con alcohol, se entiende, casi siempre en vasos de plástico, y servidos desde algunas botellas de aspecto bastante sospechoso... y el colmo de la sofisticación era cuando te ponían unas 10 o 12 pajitas de colores: entonces, te sentías parte de los "vip´s", al no tener que andar compartiendo babas en el borde del vaso... ¿Qué, tal vez piensas que por usar la pajita de marras no te vas a beber las babas del vecino, o a dejar las tuyas? No, no es algo que recuerde con demasiado cariño...


Pero sobre todo, cuando te ibas a tomar unas copas con los amigos, o a ver amanecer, lo hacías sobre todo por estar con ellos, con aquellas personas que realmente te aportaban algo... Sí, ibas más o menos a la moda del momento ya fuera por el barrio donde vivías, por tu instituto, pero intentabas poner algo de tí mismo en tu aspecto exterior, como por ejemplo el ir siempre en vaqueros, o usar una cazadora de cuero negra... Mas tu aspecto era, en el fondo, lo de menos: por ciertos bares, eramos clones los unos de los otros, y con las greñas y el pelo largo, te podías llevar más de un chasco... Lo realmente importante, era que salías con tus amigos, para estar con ellos, tomarte unas copas, hablar de los temas que te apetecía (mujeres, generalmente... y algo de fútbol), y disfrutar de aquellas horas robadas al sueño... Eso sí, casi todo el mundo fumaba, y no solo cigarrillos... ¿quién no le ha dado alguna calada a un porro, cuando te lo han pasado?


Y se te acababan las "pelas", o bien no querías volver pronto a casa, y entonces, pasabas a una nueva fase... Casi todos los noctámbulos nos íbamos agrupando en los últimos garitos que quedaban abiertos (como "El Tren" de Huertas, y otros parecidos...), y cuando realmente no había un sitio donde quedarse, muchas veces terminabas compartiendo camino, charla y confidencias con una persona que apenas conocías, pero que en aquél momento te contaba cosas que parecían importantes... algunas de ellas incluso decisivas... pero no las ibas a recordar al día siguiente... Los más afortunados, ligaban con alguna de las chicas del primer o del segundo local, y lo más complicado seguía siendo separarlas de su grupo de amigas, eso cuando no decidíais directamente juntar chicos y chicas, y por supuesto presupuestos, y te pedías un par de litros de "leche de pantera" (todo un clásico de Moncloa), o el socorrido "cubata" (si en la etiqueta de la botella ponía "Diick", chungo...), para ir calentando el ambiente... y sobre todo en aquellos garitos que ponían música (la SGAE existía, pero no era tan cabrona como ahora), era inevitable que entre trago y trago, dijeras alguna estupidez, y terminaras bailando con la más fea (o con el más feo)... Sí, mucho "Litros de alcohol, corren por mis venas, y qué...", pero luego eramos chicos buenos...


Eso sí, no fallaba, a la hora del cierre, cuando los camareros querían echarnos del local, en vez de "Iron Maiden", "AC/DC" o "Kortatu", y seguro que para romper esa extraña mezcla que incluía también algo de "Hombres G", temas de "Alaska y Dinarama" (¡Impresionante, "A quién le importa"!), cosas de "Loquillo" y de los "Inhumanos"... en algunos garitos, era inevitable mirar el reloj cuando, a las dos de la mañana, te colaban algo de "Europe", o de "Julio Iglesias"... y además, encendían las luces... El mensaje estaba claro: era la hora de cerrar, de dar una última vuelta por el barrio buscando garitos que se saltasen el cierre, es curioso, que en algunos sitios la gente estuviera "apurando la última copa, señor agente, mire usted..." a las cuatro de la madrugada... y eso, todos los viernes y sábados del año...


Eso sí, lo que permanecía inalterable, era el resacón de la mañana siguiente, sobre todo si habías estado mezclando tu bebida habitual (en mi caso, vodka con zumo de piña), con las inevitables rondas de los litros (cuando empezaron con la sangría de brick, perdió mucho glamour..., y con el cubata...). Y con demasiado tabaco, era imposible llevar la cuenta de los que tú fumabas, y algunas noches salías de casa con dos paquetes de Camel y volvías con medio de Fortuna y dos cigarillos de Ducados... Ese despertar, el sábado, lo más tarde posible, aunque tu vecina nunca controlaba demasiado bien el factor tiempo a la hora de ponerse a pasar la aspiradora, y mover todos los putos muebles... O tu familia, con la tele a todo trapo... O el pajarraco que se pone a cantar precisamente en tu ventana... Mil factores que culminan en el único desenlace posible: te acabas levantando de un salto, con un dolor de cabeza de mil demonios, y prometiendo que la semana que viene no volverás al mismo bar... y lo más triste es que, después de las tres primeras copas, ya no recuerdas exactamente en qué garito habías pasado media noche... hasta que ponen, de nuevo, "Gwendoline" para cerrar... Y te quedas en casita, como un niño/a bueno/a, casi siempre por cuatro motivos: a) tienes un cansancio brutal; b) tu resaca es astronómica; c) sabes que tus amigos estarán igual; d) no te queda un duro de la asignación semanal...


Ni fueron demasiadas las noches pasadas con la tropa por Huertas o Moncloa, ni todas las veces volvías a casa mal, era según los días... Pero estabas con los colegas, haciendo un poco el ganso, y pasandolo bien... Un poco más mayor, en la Universidad, descubres otro tipo de fiestas, en casas de amigos, algunas de ellas son de disfraces, otras incluyen algo para picar, algunas se desmadran completamente, otras solo un poco, a veces aparece la Policía por "escándalo público y música elevada", pero en general, lo pasas bien, conoces gente, y en cierto modo, evolucionas...


Y ahora, cuando llevo todo el día con una monumental jaqueca... De repente, me acuerdo de aquellos tiempos, de aquellas tardes de sábado, de la vecina, de la familia... y cómo no, de la resaca... Y lo echo de menos... básicamente, la juventud... la escasez de preocupaciones... aquél ambiente en los garitos...


¡Pero sigo odiando cuando ponen "Gwendolyne"! ¡En cualquier parte!


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